Laia Bertran es coordinadora de Incidencia Política en el Instituto de Salud Global de Barcelona (@isglobalorg). 1 de Octubre de 2015.
(Deng Awuoi y su nieto, refugiados de Sudán del Sur. La cooperación humanitaria española se ha recortado hasta prácticamente desaparecer. Foto: A. McConell/ACNUR.)
En medio de la excitación que la aprobación de los Objetivos de Desarrollo Sostenible ha generado, es triste constatar que en nada hubiera cambiado el resultado de la cumbre si la delegación española no hubiera aparecido por Naciones Unidas. Es aún más triste, si cabe, al recordar el liderazgo que España desempeñó en la anterior Cumbre del Milenio, que nos ha de llevar a concluir que el espacio que ahora se ha desaprovechado era grande, muy grande.
Convertida en un donante mediocre tras haber reducido la Ayuda Oficial al Desarrollo (AOD) a su nivel más bajo desde 1990, España ha optado por mantener un perfil bajísimo en foros internacionales sobre desarrollo, poniendo en entredicho la credibilidad ganada tras años de trabajo que había sido alentado, en mayor o menor medida, por gobiernos de distinto signo. Pese a que los Presupuestos Generales de 2016 prometen ser algo menos malos con la AOD (es realmente difícil utilizar el adjetivo “mejores”), parece ser que el gobierno sigue pasando por alto una pregunta fundamental: ¿Qué papel debe jugar España en el mundo?
Está claro que el posicionamiento internacional de un país viene determinado por factores que van más allá de la AOD, pero también está claro que la AOD es un indicador indiscutible de la responsabilidad que un Estado está dispuesto a asumir para con la comunidad internacional, y que esto afecta a su posicionamiento. Para muestra, un botón: durante la pugna por alcanzar una silla en el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas, Mariano Rajoy esgrimió el compromiso de aumentar la cooperación al desarrollo como un argumento de peso a favor de la candidatura española. Alcanzada la silla, falta ahora la aproximación estratégica que permita colocar a España en la posición que, por su trayectoria y tamaño, nunca debiera haber abandonado. De lo contrario, el Gobierno (éste, el próximo, tanto da) seguirá demostrando que se puede estar sin ser, y que no existe ninguna virtud en ello.
Desde ISGlobal hemos elaborado el documento La Cooperación Española más allá de 2015: razones éticas y prácticas para el cambio, que recoge las propuestas que estamos haciendo llegar a los diferentes partidos políticos en el marco de la elaboración de los programas electorales con los que concurrirán a las elecciones generales de finales de este año. Las medidas que proponemos, elaboradas en colaboración con otras organizaciones de la sociedad civil, pretenden devolver la cooperación al desarrollo al centro de la acción exterior del Estado (¿por qué no hacerlo? La cooperación es una vía digna y eficaz de posicionarse en el mundo, además de un imperativo ético).
Para convertirse en una herramienta moderna y de calidad, la AOD debe dotarse de mayor orientación estratégica y establecer mecanismos de evaluación. Sólo así podrá ofrecer impacto, transparencia y rendición de cuentas, elementos esenciales en cualquier política pública. A nivel presupuestario, el porcentaje del PIB destinado a cooperación debe alcanzar el 0,4% al final de la próxima legislatura puesto que, de lo contrario, toda propuesta quedará en una simple declaración de intenciones. Proponemos, además, una hoja de ruta para la ayuda española en salud, puesto que este sector encarna a la perfección los riesgos de descuidar la AOD (¿hace falta recordar que las enfermedades viajan, y viajan mucho?), además de poseer un potencial enorme para que España apoye el desarrollo de países terceros al tiempo que refuerza sus propias capacidades y ventajas comparativas.
En la apuesta por la AOD todo son ventajas. ¿Vamos a seguir sin sentarnos a la mesa de los mayores?
Visto en 3500 Millones.