La artista maya kaqchikel, que acerca la cultura indígena a la música actual en Guatemala, ha recibido el premio MTV Transforma MIAW: «El racismo sigue negándonos espacios que ahora son nuestros»

Todo parecía previsible en la entrega de los Premios MTV Millennial Awards (MIAW) 2021, una gala dirigida a la juventud, con gran peso de las ‘estrellas’ de Tik Tok y cantantes de reggaetón. Hasta que Sara Curruchich pisó el escenario.

«Llegar aquí hoy representa caminar con mis hermanas en contra de un sistema racista y patriarcal que nos violenta, nos oprime y asesina», dijo la cantante guatemalteca, de origen maya kaqchikel, en el arranque de un breve discurso, tras recibir este martes en México el galardón MTV Transforma MIAW, en reconocimiento a su lucha por la igualdad de género a través de su música.

Con una iluminación futurista, la cantante originaria de San Juan Comalapa, subió al escenario vestida con el huipil y el corte indígena tradicional de su tierra. Solo sonrió cuando recogió el premio y agradeció, en su idioma natal, «a todas las mujeres de los pueblos originarios».

Entonces, su semblante cambió para, ya en castellano, dedicar el reconocimiento «a las ancestras, las niñas y las mujeres diversas de todos los territorios que no están con nosotras víctimas del genocidio y feminicidio». «Estamos de pie exigiendo justicia. Estamos aquí y estaremos cada vez con más fuerza», afirmó.

Curruchich atiende a elDiario.es desde México. Su música, explica, tiene un «posicionamiento político» porque es consciente de su «gran poder alcanzar muchas personas». En un país como Guatemala donde, en lo que va de año se registraron 280 feminicidios y muertes violentas de mujeres, según la Fiscalía, la cantautora asume como una «responsabilidad» denunciar la situación allá donde va.

«Yo tengo la posibilidad de poder ir a lugares a compartir las agresiones que estamos viviendo como mujeres en todos los espacios, ya sea en la calle, en las escuelas y los trabajos e incluso esta violencia estatal que también está bastante cruda».

Estas denuncias las traslada a sus canciones. Curruchich reconvirtió la leyenda tradicional guatemalteca de la Siguanaba en un alegato contra la sexualización del cuerpo de las mujeres, la violencia machista y el matrimonio infantil. «Obligada a casarse con un tipo de mayor edad que creía que las mujeres se deben dominar y que sus cuerpos son un objeto sexual. Pero ella huyó, porque sabía que su cuerpo solo a ella pertenecía, nadie golpearla debía. Su vida es de ella y de nadie más. Le llaman la Siguanaba, le llaman bruja, le llaman animal porque lucha contra las violencias del sistema patriarcal, por las mujeres y su dignidad», recita.

Este tema surgió tras la invitación de una organización del País Vasco que trabajaba con otras mujeres guatemaltecas para abordar las leyendas de este país centroamericano desde un enfoque de género. «Escogí la Siguanaba porque es una historia que escuchaba bastantes veces de niña y tenía una carga muy misógina, por lo que pretendí visibilizar la fuerza de ella para prevenir las violencias en contra de otras mujeres en un país donde hay muchos matrimonios infantiles forzados y que prácticamente son violaciones».

La aparente timidez de Sara Curruchich se transforma cada vez que sube a un escenario: «Cuando salto, río y bailo siento que lo estoy haciendo con mis abuelas en ese momento, aunque no las vea. Pienso que estoy en esos espacios gracias a ellas». La artista canta en Kaqchikel, uno de los 22 idiomas mayas que se hablan en Guatemala. Es su forma de reivindicar una lengua que en algunos lugares es motivo de señalamiento. Curruchich señala que ha recibido «comentarios racistas» por componer en su idioma: «Me preguntan por qué sigo hablando o cantando en kaqchikel si es algo atrasado».

Su inspiración

La cantante procede de San Juan Comalapa, un pueblo en el departamento de Chimaltenango rodeado de colinas, donde han nacido numerosos artistas que han sido inspiración y «escuela» para la joven artista, como Maximiliano Icú y Carmen Cúmez. «Si tuviera la oportunidad de escoger un lugar donde nacer, escogería de nuevo San Juan Comalapa, un pueblo que ha tenido un proceso de sanación muy grande tras ser bastante golpeado en la guerra», recalca con orgullo.

Uno de los momentos más emotivos que ha vivido Curruchich se remonta a junio de 2018, cuando cantó en su municipio con motivo de la llegada de los restos mortales de 172 personas sin identificar que fueron aniquiladas por el ejército entre 1980 y 1985. Los cuerpos fueron exhumados entre agosto de 2003 y diciembre de 2005 en un antiguo destacamento militar del pueblo que vio nacer a Sara, denominado actualmente ‘Paisajes de la Memoria’.

Junto a las dos grandes fosas de donde fueron extraídos varios cuerpos, Curruchich cantó Ralk’Wal Ulew (Hijas e Hijos de la Tierra) en homenaje a las 200.000 personas asesinadas por los militares en el conflicto armado interno, muchas en Comalapa. Este año, presentó junto a la rapera guatemalteca Rebeca Lane el tema Kixampe’, grabado en este emblemático lugar donde se enterraron los huesos de las 172 víctimas y se colocó un listado con los nombres de más de 6.000 personas cuyo paradero se desconoce: «Renaceremos desde las cenizas, somos el fuego que quema la historia, crecemos alto como la milpa y nuestros hilos tejen la memoria», dice la canción.

La cantautora kaqchikel descubrió la música cuando era niña acompañando a su padre y a su madre, cuando visitaban a personas enfermas a quienes trataban de ayudar con la música. «Eso me impactó mucho y sentía que ese era el lugar donde yo quería estar. Me gusta pensar que mi papá, que ahora no está físicamente, quizá de una u otra forma pudo percibir este gusto por la música de mi parte y empezó a tocar la guitarra conmigo y a invitarme a cantar», rememora.

Sara se recuerda escuchando la radio a todas horas, «agarrando la escoba» a modo de micrófono y cantando en cada esquina. «Por eso ahora agradezco mucho tener esa posibilidad de tenerlo y, por supuesto, doy las gracias a mi familia por haberme apoyado con el sueño y espero poder apoyar a otras niñas indígenas en los pueblos para que puedan tener acceso mucho más grande a los espacios de arte». La cantante guatemalteca compuso la canción Ch’uti’ xtän’ (Niña) en homenaje a sus padres.

«El sistema racista nos pretende negar espacios»

Una de las cosas que más le gusta a Curruchich cuando actúa en las comunidades de Guatemala es compartir escenario con niñas indígenas, a las que «por tantos años» se les «ha negado» esa visibilidad. Se emociona al recordar a Jessica, una niña de siete años que en un concierto en San Antonio Palopó subió al escenario para pedirle una canción. «Yo le pregunté si ella se la sabía. Asintió. Cuando le pregunté si quería pasar a cantarla conmigo, me dijo que no porque le daba mucha vergüenza, se preguntaba qué podían decir de ella las personas que estaban ahí». Sara le pidió que no tuviera miedo. «Le dije que estábamos juntas y que no se girase a ver a las demás personas, sino que solo nos mirásemos entre nosotras como si estuviéramos solitas».

Cuando Jessica subió al escenario, empezaron a cantar una frente a la otra, pero «a la mitad de la canción, la niña se volteó al público y empezó a cantar y a mover las manos». Toda esta situación supuso un «mensaje clarísimo», continúa, para un «sistema racista que pretende seguir negándonos esos espacios que ahora son nuestros y los estamos recuperando para que todas las niñas indígenas de Guatemala puedan ocuparlos con mucha dignidad y esperanza, para construir algo distinto para nosotras».

Sara también se sintió igual que Jessica el 1 de diciembre de 2012 cuando se subió por primera vez a un escenario de la mano de la banda de rock de idioma Maya Mam ‘Sobrevivencia’. «Sobrevivencia tiene muchos fans y estábamos en el escenario en Sololá, donde yo veía a tantas personas coreando sus canciones. Estaba muy asustada porque iba a cantar con ellos dos temas», recuerda. En ese instante, cuando se puso enfrente del micrófono, volvió a ser esa niña que anhelaba, agarrada a una escoba, cantar con un micrófono.