El maíz con las características que conocemos ahora es producto de la evolución de la especie silvestre llamada teocintle, de genética más cercana a la planta cultivada. El teocintle, como otros cereales en el mundo, tenía características que la hacían atractiva para los grupos de cazadores-recolectores, los que la buscaban por su abundancia, por lo relativamente sencillo que era retirar sus semillas (los granos) y porque éstos resultaban aptos para su consumo.

De la recolección de ésa y de otras plantas se hacían cargo las mujeres, las que al paso del tiempo fueron acumulando conocimientos sobre sus ciclos de crecimiento y sobre las partes que resultaban más útiles, pues eran ellas quienes se encargaban a final de cuentas de preparar los alimentos. Esta manipulación selectiva, en el caso del teocintle enfocada en la recolección de los granos, fue dando lugar a modificaciones en la estructura de la planta de maíz, que se convirtió en uno de los granos que no estaban cubiertos por gruesas membranas, sino por hojas, y no se desprendían. Además, el tamaño de la mazorca era mayor y consecuentemente con más cantidad de granos. El hecho de que los granos no se desprendan solos de la mazorca hace de la reproducción de la planta un aspecto que depende de la intervención del hombre, quien debe sembrarla en el suelo y vigilar y procurar su crecimiento.

A partir de que su cultivo se convirtió en la actividad principal, las sociedades nómadas de cazadores-recolectores se convirtieron en agrícolas y sedentarias, y se desarrollaron hasta convertirse en entidades de gran complejidad política, social y cultural.

Para los pueblos originarios o pueblos indígenas, el maíz es aún un representante de vida y un elemento primordial de identidad. Sigue teniendo presencia ancestral en la vida cotidiana de los pueblos de América, donde la gente lo siembra, lo muele, lo amasa y lo come preparado en múltiples maneras. Cada generación en la cultura ha ido cultivando el saber ancestral de la siembra de este producto y, con en el pasar del tiempo, se ha ido mostrando los diferentes tipos de este alimento.

Actualmente los pueblos indígenas representan una gran diversidad: más de 5000 grupos distintos en unos 90 países y hablan una abrumadora mayoría de las aproximadamente 7000 lenguas del mundo. Están constituidos por 370 millones de personas aproximadamente, es decir, más del 5% de la población mundial y, sin embargo, se encuentran entre las poblaciones más desfavorecidas y vulnerables representando el 15 por ciento de los más pobres.

Los pueblos indígenas han heredado y practican culturas y formas únicas de relacionarse con la gente y el medio ambiente. Retienen, además, rasgos sociales, culturales, económicos y políticos que son distintos de los predominantes en las sociedades en las que viven. Pese a sus diferencias culturales, los pueblos indígenas de todo el mundo comparten problemas comunes a la hora de proteger sus derechos como pueblos diferentes.

Las poblaciones autóctonas han buscado durante años el reconocimiento de sus identidades, su forma de vida y el derecho sobre sus territorios tradicionales y recursos naturales. Pese a ello, a lo largo de la historia, sus derechos han sido siempre violados. En la actualidad, se encuentran sin duda entre las poblaciones más vulnerables y perjudicadas del mundo. La comunidad internacional reconoce ahora que se necesitan medidas especiales para proteger sus derechos y mantener sus culturas y formas de vida.

En el altiplano sololateco, muchas de las organizaciones que conforman la REDSAG, entre ellas MAIZCA, están trabajando por la reivindicación de los saberes de los pueblos locales (Quiche, Kaqchiquel y Tzutujil) a través del fortalecimiento de los sistemas de producción autóctonos/agroecología y el fortalecimiento de la economía comunitaria.

Extractos de Enrique Vela, Arqueología Mexicana y Web Naciones Unidas

Elaborado por: Hunahpú Saloj MAIZCA Sololá. Guatemala