Eliane Hauri Fuentes, 15 de Agosto de 2022.

Basta de hablar del agua como un «recurso natural». Definámosla de una vez por todas como un «bien común».

Del total del agua disponible en Guatemala, actualmente se usa y aprovecha solo un 16 %. De ese porcentaje, el 7 % es usado por las hidroeléctricas para generar energía que se vende al mercado internacional, el 8 % lo usa la industria de monocultivos (caña, palma, banano, hule) así como la minería, y no más que el 1 % es el consumo de agua para los 15 millones de habitantes de Guatemala, según la Campaña Agua para la Vida, lanzada el 12 de agosto 2022 en una conferencia de prensa.

Las personas presentes denunciando su escasísimo acceso al agua venían de diferentes partes del país. Había alguien de San Antonio Las Flores (Chinautla) comentando que ese territorio lleva unos 60 años sin ningún trabajo de saneamiento de agua por parte de autoridades municipales o estatales. La comunidad kaqchikel de San Antonio las Flores presentó, por cierto, un memorial el 10 de febrero en la municipalidad, en donde exigen al concejo municipal la entrega de la administración del agua potable a la comunidad.

En esta conferencia también estaba una persona representando las tierras bajas del Norte (región de Chisec). Siguen denunciando cómo las comunidades cerca del río La Pasión tienen enfermedades por culpa de la contaminación que genera la empresa palmera del lugar y cómo los ríos siguen envenenados.


Se podría considerar que, este país, como lo dijo muy acertadamente, un abogado presente, simplemente, le pertenece a las industrias y a las corporaciones. Sin embargo, el artículo 128 de la Constitución política de la República de Guatemala (CPRG) establece que «el aprovechamiento de las aguas de los lagos y de los ríos, para fines agrícolas, agropecuarios, turísticos o de cualquier otra naturaleza, que contribuya al desarrollo de la economía nacional, está al servicio de la comunidad».

La tercera persona, venía de la resistencia pacífica de La Puya. La señora nos contó que siguen teniendo agua solamente dos veces a la semana durante una hora, no más, y además con alto contenido tóxico de arsénico, debido a la empresa minera de oro El Tambor. Recordemos cómo el país pertenece a industrias, como la mina Marlín que dejó estragos ambientales y sociales graves y encima, una carga tributaria calculada sobre el valor agregado del sector, de apenas 5.6 %.

Finalmente, la última persona denunciando en esta mesa de lanzamiento de la campaña «Sin agua no hay vida», era de Santa Cruz Chinautla. Nos contó cómo hace apenas unos 50 ó 60 años, ese territorio estaba lleno de manantiales y nacimientos de agua. Ahora deben luchar por su derecho al agua, violado por dos empresas areneras que siguen operando en Chinautla pese a sus licencias vencidas. Chinautla queda a unos 25 kilómetros de la capital y el río del mismo nombre, es literalmente un basurero lleno de las aguas negras de la capital, que fluye hacia el río Las Vacas, convertido luego también en un basurero. La municipalidad no pone a disposición plantas de tratamiento para los desechos y las aguas negras.

Las personas de la capital no nos damos cuenta aún, creo, de estos problemas, cuando nos están soplando en la nuca. Según la persona presente del Colectivo Madre Selva, las Cañadas de San Angel (zona 2 de la capital) y El Naranjo (Mixco), son dos lugares que eran recargas hídricas para la ciudad hace apenas 20 años. Se privilegió, durante la administración Arzú, los proyectos urbanísticos en lugar de pensar a futuro en la recarga hídrica de la ciudad y operar con un ordenamiento territorial. En El Naranjo, hace 20 años, habían aún ríos y lagunetas, me cuenta Oscar Conde del Colectivo Madre Selva.

Este desorden territorial y desidia, o más bien afán de únicamente lucrar sin que importe el bien común del agua, terminará afectando rápidamente todas las zonas de la ciudad capital. Ya vimos cómo Ciudad Cayalá fue un desastre ecológico siendo otro sitio de recarga hídrica y en el 2020, cómo los proyectos de construcción querían seguir a la par, otra vez sin ninguna visión a futuro por parte de las autoridades, con el proyecto de El Socorro.

Guatemala es principalmente un país de bosques (Quaqtemallan, lugar de muchos bosques), que son fundamentales en la tarea de captar y aprovisionar en agua. Deberíamos de valorar esa bendición de disponer de una gran cantidad de agua, por ejemplo, gracias a la cordillera central. Efectivamente, el río Usumacinta, que fluye hacia México es alimentado gracias a los bosques de El Quiché. En la región sureste, la región del Trifinio, compartida por El Salvador, Guatemala y Honduras es una verdadera «fábrica de agua».

Para terminar, quisiera resaltar aquí el artículo 127 de la CPRG que establece que: «Todas las aguas son de dominio público, inalienables e imprescriptibles. Su aprovechamiento, uso y goce, se otorgan en la forma establecida por la ley de acuerdo con el interés social. Una ley específica regulará esta materia».

Seguimos esperando una Ley de Aguas para el bien común, para mientras, unámonos a la campaña «Sin agua no hay vida».

Visto en https://www.plazapublica.com.gt